Respuesta :

consecuensias

En los años de su madurez, Sarmiento gustaba de evocar mediante una metáfora bíblica la desconcertante trayectoria seguida por la América española desde su revolución de independencia hasta mediados del siglo XIX; también para ella como para Israel esos cuarenta años que habían seguido al fin de la servidumbre de Egipto habían sido de peregrinación en el desierto. Pero si la herencia bíblica pesaba en Sarmiento acaso más de lo que él mismo advertía, de ella sin duda no aceptaba la justificación de la adversidad histórica por su supuesta función penitencial y purificadora: al decir que esos cuarenta años habían trascurrido en el desierto, Sarmiento sólo quería probablemente decir de modo más solemne que habían sido años perdidos. Con diagnóstico amargo hubieran coincidido acaso muchos de los protagonistas de esa etapa hispanoamericana, y todavía más los que tenían que sufrir sus brutales alternativas sin aspirar siquiera a influir en el curso de las cosas. Desde que, en plena guerra de la independencia, los acorralados gobiernos revolucionarios comenzaron a utilizar como argumento por excelencia, para solicitar la adhesión activa de sus gobernados, las implacables represalias que a todos esperaban en caso de derrota, comenzó a hacerse evidente que el optimismo algo ciego de 1810 se había desvanecido del todo; que el temor antes que la esperanza dominaba el temple con que los hispanoamericanos contemplaban el futuro que la revolución y la guerra estaban preparando. Pero aun para esos espectadores de antemano desilusionados, la postguerra trajo nuevas ocasiones de desazón. ¿Justificadas? Plantearse la pregunta es peligroso; demasiado a menudo invita a una respuesta que pretende enseñar póstumamente a quienes han vivido determinada experiencia cuál hubiera debido ser su actitud frente a ella (como si esa actitud no fuera ella misma un aspecto de esa experiencia). Pero, si no se va a discutir el valor testimonial de los diagnósticos que esa difícil postguerra suscitó entre quienes la vivieron, no podría ignorarse que esos diagnósticos se prolongaban casi siempre en pronósticos muy poco certeros. Era la perpetua inestabilidad no sólo política la que impresionaba a quienes vivieron esa época atormentada; era el temor de que esa inestabilidad desembocara en una disolución de los elementos cohesivos que habían logrado sobrevivir a la tormenta revolucionaria lo que dominaba esa amedrentada imagen del futuro. Es, por el contrario, la desesperante estabilidad de los datos fundamentales de la realidad hispanoamericana la que impresiona en primer término a quien examina retrospectivamente esa dura iniciación en la vida independiente: antes que inventariar las causas de esa mítica nueva crisis sociopolítica incomparablemente más vasta que la de la independencia, que nunca ha de llegar, ese observador preferirá buscar las razones no sólo hispanoamericanas que retardaron por casi medio siglo los cambios que, a los ojos de sus promotores, habían de ser la consecuencia inmediata de la revolución. Mientras esos cambios llegaban, era preciso dotar de coherencia y estabilidad al orden que emergía luego de la tormenta revolucionaria, distinto a la vez del colonial y del proyectado en 1810; a ese fin se orientan los esfuerzos políticos más originales de la etapa postrevolucionaria. A examinar los rasgos de esa desconcertante realidad y los esfuerzos por domeñarla -respetando y utilizando los rasgos de un orden que se dibujaba ya secretamente bajo las apariencias del desorden- está consagrado este breve libro.

 

                                           que te sirva  suerte

Respuesta:

Consecuencia fundamental: La creación de las nuevas naciones americanas  

Cambios en la estructura social y económica: Se mantuvo la sociedad estamental heredera de la colonia

Economía: La economía seguiría por muchos años ligada a la producción agraria

Explicación: