“Las cruces
sobre el agua”
Autor: Joaquín Gallegos Lara
Es
una novela cuyo escenario principal es la ciudad de Guayaquil a principios del
siglo XX, así mismo, el protagonista es Alfredo Baldeón, hijo de un humilde
panadero, quien desde joven muestra un carácter rebelde. Baldeón, con 15 años,
participó en la Revolución Conchitas en Esmeraldas al lado de los sublevados
hasta 1922 donde era una de los cabecillas de las huelgas de ciudad de origen.
Su historia nos permite conocer a una serie de personajes que forman parte del
crisol en el que, la sociedad ecuatoriana, vivía.
La primera parte de “Las
cruces sobre el agua” parecen propios de una clásica novela de aprendizaje,
pues tenemos a un personaje que se conoce desde la infancia cuya maduración se
va viendo conforme se desarrolla la trama. Sin embargo, inesperadamente, se
presenta otro personaje llamado Alfonso, quien es amigo de Alfredo Baldeón y
hace que los roles se cambien, tornándose el protagonista a raíz de su
aparición en un puñado de escenas. Su famila pasa una difícil situación, y
vemos el progreso de su lucha así como también los amores que vive.
Nuevamente, Baldeón
retoma el protagonismo y la novela se transforma en una obra coral, pues
empiezan a salir personajes hasta debajo de las piedras, los cuales –en su
mayoría– tienen una aparición esporádica y por ende apenas muestran rasgos de
personalidad con los que podamos identificarlos e, incluso, en ocasiones hasta
comparten nombres. Finalmente esta mezcla sin orden se empieza a estructurar y
empieza a tener foco en los últimos capítulos, con la trama revolucionaria.
Esta novela resulta
una novela fallida para algunos, porque efectivamente el ritmo y el desarrollo
son torpes y generar un sentimiento de frustración en el lector, innecesario.
Tal vez la idea de Gallegos Lara era pintar un fresco de las gentes de
Guayaquil y pretender decir que hasta ahí habían llegado, pero la multitud de
nombres sin rostro no ayuda a que el lector comprenda la magnitud del suceso,
lo cual es contraproducente. La tragedia se vuelve farsa porque no llegamos a
sentir cariño por ninguno de los personajes.
Entre los aspectos a
rescatar sobre esta novela es el poseer una prosa brillante y se componen de
descripciones más sensoriales que gráficas, además de que la reproducción de
las maneras de hablar de cada uno de los personajes es muy acertada.