En otras palabras, la conversión es absolutamente necesaria porque Dios demanda que sus criaturas sean santas como él es santo. Por consiguiente, para poder habitar en su presencia debemos estar vestidos de la justicia de Cristo, transformados por el poder del Espíritu, y ser hechos una nueva creación en Cristo Jesús (2 Co. 5:17-21). No hay forma de que los portadores de la imagen de Dios puedan regresar al propósito para el que fueron creados y disfrutar de todos los beneficios de una nueva creación sin que sus pecados sean pagados por completo, sin haber nacido del Espíritu, y sin haber sido unidos a Cristo por la fe. Si fallamos en entender completamente la radiante santidad de Dios, su perfecta justicia, y su demanda de que sus criaturas actúen como hijos obedientes y portadores de su imagen, nunca podremos entender por qué la conversión es tan importante en las Escrituras.